24 de agosto de 2011

Pensó en llamarlo y decirle lo que sentía. Pensó en correr sin rumbo, sólo con su instinto interno, ese instinto que le daba la orden a sus pies de correr en una dirección, su casa. Pensó en gritar desde lo más alto de una montaña, pero no sabía muy bien como llegar hasta allá. Pensó en dejarle un mensaje cada mañana y con un beso dejar la marca de identidad. Rociar las cartas de su buzón con colonia de olor a tardes de verano, para que así la tuviera presente. Seguía parada ahí, entre la realidad y la ficción. Nadando entre recuerdos, entre trozos de dolor y unas ganas inmensas de tenerlo en sus brazos. Prefería vivir en una ficción creada por recuerdos pasados. Prefería pensar que se había ido a otro planeta tal vez, pero que no le había dicho nunca ese adiós, ese adiós para siempre que le había roto su trozo de corazón. Sus labios aún pintados con un rojo pasión, esperando ese listos, fuera ya… pero no, no cruzó la línea, no dejó besos en cartas, no sacó su perfume a pasear y sus cuerdas bucales no salieron a recibir el aire de la mañana